Me sumerjo en el tiempo y su océano,
su fugacidad derriba y acomete
catedrales donde el amor promete
enlaces con flores de almendro cano.
Solemne levanta el clero su mano,
la soga se enlaza en su brazalete
de espinas que entrega por ramillete,
cae la fruta podrida del manzano,
flor que aletarga viejos amores,
cementerio de aquellas ilusiones
que cierto día alentaron los vientos
de levante que con silbos cantores
disiparon las confabulaciones
de un tiempo de océanos cenicientos.
Daniel, 2013