martes, 6 de agosto de 2013

La maldición del tiempo

Tiempo errante que acudes a la incesante
llamada del viento, en un grito sin retorno
ni final que escapa de las fauces
de un presente anclado de silencio.

Tiempo fugaz que arremetes con la furia
desatada de un huracán,
a cada sentir indiferente
te huyes como la luna al abrazo del alba.

Tiempo maldito que todo pereces,
escapas de la mano tenaz
de quien intenta retenerte,
invitas a florecer las arrugas latentes,
cubres con tu manto oscuro
cualquier esperanza existente
tras la duda, marchitas encuentros,
desvaneces emociones que como humo
ascendente desaparecen en la noche.

Tiempo cómplice, a veces aliado,
compañero de innumerables andaduras,
sólo tú posees la magia
de atraer el momento adecuado
para que suceda aquello que se desee.

Tiempo pretérito que acudes a visitar
los corazones ebrios de nostalgia,
que haces llorar a los ojos
que no encuentran donde clavar sus miradas,
que haces enmudecer a los labios
que no encuentran lugar donde pronunciarse.

Sólo tú eres espejismo de que antaño
fuiste primavera y ahora te viniste
en crudo invierno.


                                                                      Daniel, 2013