De un lado, el llanto de un niño
que estrena la vida,
del otro, la última expiración
que impasible le dice adiós,
el día existe porque llega la
noche.
De un lado, dos amantes se
entregan
como si no existiera un mañana,
del otro, una pareja naufraga
frente al mar de la desilusión,
el comienzo existe porque llega
un fin.
De un lado, la voz toma aliento
y se alza golpeando como temporal
marino,
del otro, la tristeza se viste de
debilidad
y el silencio lo hace de miedo,
el placer se siente porque se ha
conocido
el dolor.
De un lado, tacones repletos de
lluvia
fértil descienden por la verde
llanura,
del otro, la botas soportan la
grava
estéril de los áridos campos,
el amor no existe sin el vacío
del corazón.
De un lado, la espiral de la
derrota
se hace grande ante el atisbo
incesante del murmullo,
del otro, la valentía ya no
necesita
demostrar ser valiente porque
de ella nada se espera,
el sueño no existe sin la
vigilia.
En un instante el círculo se
cierra
y expande sus ondas ante nuestra
presencia,
el todo no existe sin la nada.
Daniel,
2015