lunes, 30 de julio de 2012

La lluvia


Cae la lluvia…

A ti vuelvo con el paso cíclico del tiempo,
la compañía diferente a la de entonces,
vistes un vestido distinto,
los ojos emigran hacia lugares más cálidos.

Me encuentro de paso y solo puedo
observarte en la distancia,
espacio frío que no permite la interacción
con tus gentes, oler el aroma
que desprenden tus calles,
escuchar la sensualidad sonora
que escapa de tus alcobas,
caminar por tus orillas sintiendo
el cortante filo acariciando las mejillas.

Te imagino con la atracción de antaño,
tu bohemia ingrávida atraviesa el espacio
para tocar mi pluma.
De nuevo despiertan las palabras
desnudas latentes en el subconsciente,
astros que estallan del imaginario
existente en el universo del léxico.
  
El cielo llora finas lágrimas
que se desintegran en la boina
calada sobre mi cabeza,
quizás el instante se resiste
a ocultar la emoción de este encuentro.

Diferente, no por ello menos intenso
que entonces, tan solo distinto
en cuanto a conceptos y formas se refiere.

Y de nuevo, la lluvia…

(París)

                                   Daniel, 2012

sábado, 14 de julio de 2012

En cada uno de mis días estás presente

Seriedad en el semblante,
introvertido con aires de extroversión
hacia cierto público elegido.
De telón de fondo un gran corazón.

Tan igual a mí transcurridos todos estos años,
nuestro orgullo ya se encontraba entonces
motivando que no consiguiéramos
encontrarnos en determinadas ocasiones.

No puedes imaginar lo que agradezco,
que en mis desatinos más considerables,
mantuvieras la compostura y jamás
me dirigieras un verdadero reproche
ni una enojada reprimenda.

Me descubriste la poderosa medicina del rock´n roll,
que germinó en mí la fuerza y actitud necesaria
para afrontar los golpes que nos presenta
la existencia, construyendo parte de la identidad
que se iba forjando sobre cimientos bañados de sal.

A falta de Memphis,
nos bastó una tibia mañana juntos
por las calles de tu Ruzafa natal.
-Codo con codo y a caminar- pensamos.

Como no perdonar tus vicios y virtudes
de persona humana, con las debilidades
que supone el devenir cotidiano
a expensas de un futuro incierto.
Bien eras conocedor del valor de la mujer
que has tenido tantos años a tu lado.

Hombre de pocas palabras,
hombre reservado, con más talento
que oportunidades te brindó la vida,
trabajador como los de antaño.

No eran un libro abierto tus sentimientos,
admiré que jamás pronunciaste un sí
si quisiste decir no,
sin importar lo que se pudiera pensar de ti.

Como asumir, que tu vida
desapareció de manera casi inesperada
a lomos de un veloz caballo galopante
en un viaje sin billete de vuelta.

Como explicar, maldito desamparo,
que dejaste un vacío irremplazable
y que al margen del plano afectivo,
echo en falta tu ayuda de hombre habilidoso,
esas pequeñas cosas entre padre e hijo.

Me acompañas en cada piedra
que obro con mis manos
y modelo junto a tu recuerdo.
Porque te llevo tan dentro
y en cada uno de mis días estás presente.

Te encuentro en el viento
que acaricia los almendros,
impregnando con su suave olor
los campos del agreste pueblo de Torás.

Donde se entrelazan cenizas
y raíces, dando vida cada primavera
al almendro en flor que brota
revistiendo de galones tu estimada Peña.

Con todo y por ello de ti me siento orgulloso,
de no haber sido así no habrías sido mi padre.
Porque te llevo tan dentro
y en cada uno de mis días estás presente.


                                                                      Daniel, 2012