Vuelo hasta posarme
en lo alto de aquella cima
y contemplar...
contemplar lo insignificante
de los hombres
y cuan magníficos creen ser.
Contemplar el río
que nace pulcro y sereno
para correr con ligereza
a calmar la sed
del viajero que a su orilla se aproxima.
Contemplar desde lo alto
la mezquindad y la desigualdad del poder,
el dolor de la desgracia,
el engaño y la traición,
el apretón de mano del verdugo.
Contemplar esa pícara sonrisa,
el abrazo de la persona amiga,
el amor desinteresado de una madre,
el arte de esa guitarra,
y entonces, despertar.
Daniel,
´08
No hay comentarios:
Publicar un comentario