jueves, 12 de abril de 2012

Desde el balcón


Desde mi balcón te observo,
tan bello, tan inmenso,
tan fresco, tan poderoso,
tan mío y tan de nadie,
desde mi balcón recuerdo…

Que el amor es un arma de doble filo
y que sin él, nada merecería la pena,
que un día fui el rey de corazones,
pero me duro poco, allá afuera
la gente no me lo permitió.

Que mi corazón tan lleno se encontraba
que terminó por desbordarse,
que mi egoísmo que tanto me ha ayudado
en contadas ocasiones, acabó por derrumbarte,
dejándome tirado en el camino.

Que mis principios y valores
cuan sólidos que estos fueran,
podían llegar a erosionarse,
que mi orgullo es más soberbio de lo que pudieras pensar,
que mi corazón nunca te deseará ningún mal.

Que el olvido vive a mitad camino
entre la esperanza y el dolor,
que el odio siempre anda de la mano
de una profunda tristeza,
que el rencor deja gravemente herido al corazón.

Que quisiera ser un gran aprendiz de sabio,
lejos de estarlo,
que la incertidumbre es el pan de cada día,
que aunque en la travesía sienta miedo
con valentía pudiera superarlo.

Que en el mercado del amor
nada se puede comprar ni vender,
que la música nunca ha de abandonar su son,
sea este del estilo que fuere,
donde converja en un punto de comunicación y encuentro.

Que no tengo un señor “Miyagi” que me enfoque,
cuando los acontecimientos de la vida me desvíen
y mi brújula deje de funcionar correctamente,
que cada cual debe vivir la vida a su manera
aunque la decisión venga acompañada por la eterna duda.

Que la humildad es virtud de algunos hombres evolucionados,
que algunos corremos detrás para alcanzarla
y que tantos otros no llegan ni a lograr seguirle el paso,
que la vida es aquello que al instante pasa
y que no deberíamos tomarla tan en serio.

Que realmente haces daño a la persona que amas
por escuchar de las ninfas el sonido embriagador,
volviendo a la realidad cuando ya es demasiado tarde
y entre aturdido y abrumado te das cuenta,
que tu barco ha zarpado dejándote el naufragio.

Que aunque a más de un hombre aletargado le irrite,
hay que seguir soñando de día y despierto.
Que desde este balcón frente al mar
me siento pequeño, perdido, incierto,
pero en calma.

                                                                                           

Daniel, 2011

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